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Tendemos un tapete lleno de insultos y agravios creyéndonos moralmente más respetados...

  • Foto del escritor: Yesica Alvarado
    Yesica Alvarado
  • 4 dic 2018
  • 3 Min. de lectura

La política ha sido, es y siempre será un tema de sentimiento y resentimiento; “una viva expresión de lo que quiero que el otro no haga si yo no estoy ahí”

En donde en épocas pre y electorales nos acostumbramos a insultar y a denigrar la carrera política de quienes aspiran, a señalarlos por diferentes razones y sin argumentos propios y justificables; tal parece que no diferénciamos entre oposición, ideologías, veeduría real y productiva con insultos.

Tendemos un tapete lleno de insultos y agravios creyéndonos moralmente más respetados por el hecho de que no votamos o porque en redes sociales nos rasgamos insultando las labores que otros deciden llevar a cabo; pero hasta ahora, me di cuenta lo satanizado que está el líder político y el candidato político, tanto así que cualquier acto o hecho se confunde con campaña política, pero esto no es lo grave, lo grave del asunto es que los electores se dejen “comprar” y persuadir por cosas mínimas, por una cara o por un regalo, estoy segura de que quienes atacan todo esto son los que más untados están…

La campaña de desprestigio empezó a rondar, pues se avecinan los comicios electorales que designan nuestros administradores locales, quienes aspiramos en elecciones pasadas y quienes pretenden aspirar a futuras, se exponen a todo esto, al desprestigio social y de algunos que convirtieron la palabra política en sinónimo de agravios, agresiones, desprestigio y un sinfín de interpelaciones negativas.

Llegó el momento exacto en el que ni ex candidatos ni precandidatos pueden trabajar de manera social y efectiva porque se destapa la olla de los insultos, de los malintencionados comentarios que quieren acabar con el nombre de una persona, pero inicia la politiquería y los vemos en primera fila, repitiendo tamal, lechona y cambiando la teja por el tanque.

Se despertaron los líderes del teclado que defienden y justifican el “no hagamos nada, pero tampoco dejemos hacer”.

En mi clase de liderazgo y participación política, que nos dictaba el Rector de mi universidad (UGC) Santiago José Castro, reconocido como uno de los 100 líderes de la sociedad en la categoría académicos y científicos, quien aparte de ello ostenta el título del rector más joven del país y que a su vez ha convertido de mi alma mater en algo que jamás pensé que podría suceder en tan solo un año, aprendí que la disciplina y el saber elegir nuestros “trabajadores” (políticos) es la fórmula perfecta para avanzar, pero que para eso se necesita la plena contribución de un trabajo en equipo, que las críticas no se queden en el pasillo destruyendo el trabajo de los demás, sino que se vuelva una obligación de todos los que quieren ver un verdadero cambio, en el que por ejemplo, la política y los candidatos, lideres o precandidatos políticos, no sean satanizados por formalizar un trabajo.

No podemos permitir que el egoísmo siga permeando nuestro municipio y que los ex candidatos y los precandidatos no puedan forjar su liderazgo simple y llanamente porque algunos pretenden acabar con su nombre y con su liderazgo. Elijan sin pasiones e inicien a indagar sobre lo que en realidad cada uno de ellos pueda aportarle a su municipio, vote en conciencia y maximice su ideal de cambio para generar comunidad, no siga pensando individualmente, esto no construye, destruye.

Elija bien, quéjese, aporte y construya… es la única fórmula para mejorar.


 
 
 

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